La luciérnaga

 

Por Pedro Castellano 

Extraído del libro “ KAMIKAZES los pilotos suicidas japoneses en la Segunda Guerra Mundial “     Autores: Albert Axell y Hideaki Kase.

En tiempos difíciles y amargos hay hechos que crean en los que los viven una esperanza, les ayuda a creer que hay una salida y que esos momentos no son el final. E1258

 

     Tome Torihama, la propietaria, y sus dos hijas, Miyako y Reiko, vivían en el piso superior del mesón. Miyako y Reiko trabajaban durante el día como voluntarias en la base aérea de Chiran, atendían a los pilotos kamikaze, limpiaban los alojamientos, lavaban, zurcían los uniformes y realizaban trabajos de la más diversa índole. Tome murió en 1992, a los 89 años de edad.

 

     Después de que los norteamericanos llegaran a Okinawa el 1 de abril de 1945, murieron un total de 2620 pilotos kamikaze.kyushu Todos despegaron de las distintas bases de Kyushu. De ellos, 1036 pertenecían al Ejército de Tierra, el resto a la Marina. Su edad media era de 21,62 años. De los 1036, 439 salieron de Chiran. Seguramente la mayoría estuvo alguna vez en el mesón de Tome Torihama.220px-Chiran_high_school_girls_wave_kamikaze_pilot

 

     Tome intentaba hacer de madre de estos jóvenes pilotos lo mejor que podía y muchos encontraban consuelo y calor familiar en el ambiente hogareño que les ofrecía.

 

     Los hombres bebían cerveza o sake y a veces cantaban. Algunos escribían sus últimas cartas en el restaurante. A Reiko, que en esta época estudiaba tercer grado en la escuela local, la trataban como a una hermana pequeña.

 

     Cuando a finales de mayo comienza la época de lluvias, aparecen las luciérnagas en las riberas del Futomigawa. Al anochecer, empiezan a deambular y sus diminutos destellos iluminan el porche cercano al pequeño jardín del restaurante de Tome poblado de glicinias.image1

 

     A mediados de mayo, durante el último año de la guerra, llegó al restaurante por primera vez el sargento especialista Saburo Miyagawa. Iba solo. Al mes siguiente tendría que llevar a cabo una misión kamikaze. Casi todos los días iba por allí, charlaba y bromeaba con Tome y sus hijas, y así fue como llegó a conocer bien a la familia Torihama.

 

     Miyagawa les visitó por última vez el 5 de junio acompañado de un compañero piloto. Era el día anterior a su salida y cumplía 20 años. Reiko le dio como regalo de cumpleaños una cinta hachimaki para la cabeza confeccionada por ella misma. Él, a cambio, les dio su reloj de pulsera y su estilográfica.

 

     Después de cenar, Tome, Rieko y Miyako se sentaron con los pilotos en el porche cubierto de glicinias. Al anochecer, las luciérnagas lo inundaban todo. Miyagawa, mirándolas, dijo de repente:

 

¡Las luciérnagas! Mañana, volveré aquí convertido en luciérnaga.

 

Serás bien recibido – contestó Tome.

 

Sí. Mañana por la noche, alrededor de las nueve. Por favor, deja tu puerta entornada para que pueda entrar en la casa – dijo Miyagawa medio en broma.

 

Te prometo que así lo haré – le respondió Tome.

 

     Si me veis, por favor saludadme cantando Doki no Sakura [una canción sobre las flores de los cerezos,  todo un símbolo para los estudiantes de la escuela militar].800px-Chiran_Peace_Museum01

 

     Tome y sus hijas asintieron con la cabeza.

 

     Al día siguiente, Reiko y Miyako le dijeron adiós con la mano a Miyagawa mientras su avión despegaba bajo la lluvia. Antes de que la noche cerrara, cesó de llover. Miyako, recordando la promesa que habían hecho a Miyagawa, dejó la puerta entornada aunque no se hubiera tomado muy en serio sus palabras. Tome y las dos jóvenes pasaron algún tiempo en el porche y, poco antes de las 9 de la noche, las dos hermanas se dirigieron al restaurante para escuchar las noticias. Nada más abrir la puerta, entró una luciérnaga. Reiko y Miyako exclamaron: “¡Madre! ¡Es el señor Miyagawa! ¡Ha vuelto!”.

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     La luciérnaga se situó cerca del techo lanzando destellos luminosos. En el restaurante había varios hombres de la base aérea. Todos comenzaron a entonar la melodía Doki no Sakuna dirigidos por Tome.

 

     Esta canción, de moda durante la guerra, es todavía muy popular entre los japoneses. Ésta es una de sus estrofas:

 

                    Tú y yo somos flores de cerezo de la misma clase.  

                 Florecimos en la misma escuela de vuelo. 

                 Una vez que florecen, los pétalos están listos para esparcirse. 

                 Vayamos a esparcirnos por la Madre Patria. 

Dedicada a nuestro kamikaze particular, Diego Figueroa.

5 Respuestas a “La luciérnaga

  1. Genial amigo Pedro!. Ese libro será de obligada lectura.
    Sayônara

  2. hazlo, su lectura hace que cambien muchos conceptos que tenemos de estos pilotos, el mío está a tu disposición. Gracias y gracias también a Orlando por su contribución.

  3. Precioso relato Pedro.

  4. Magnifico y revelador documento

  5. Me apunto a ese libro, quién es el último???

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