Diego Marín Aguilera

Por Tomás Asensio

Desde la mitología griega nos llegan noticias de del interés del hombre en volar como las aves. En nuestro país, debido a las crónicas y a la tradición oral, se sabe de la existencia de un avezado pionero del vuelo y gran olvidado. Diego Marín Aguilera.

Nació Diego, en la localidad burgalesa de Coruña del Conde en 1757, siendo el mayor de los siete hijos de Narciso y Catalina, dadas las circunstancias establecidas de su vida permiten suponer que su familia se dedicó a la agricultura y a la ganadería que sin proporcionarle  grandes ingresos si les permitía vivir sin grandes agobios. La muerte de su padre dejó a Diego a cargo de sus hermanos circunstancia esta que le acentuó su sentido de la responsabilidad dotándole de un carácter emprendedor del que dio sobradas muestras. Muy ingenioso y dotado de una inteligencia natural, fue ideando pequeños ingenios que hicieron más llevadero el trabajo cotidiano de sus conciudadanos   como, por ejemplo, el mecanismo  que mejora notablemente la operatividad de un molino, que aún se conserva sobre el rio Arandilla,  uno que mejoraba las maquinas para batanes u otro para aserrar mármol en las canteras de Espejón, así como un dispositivo para fustigar las caballerías en las faenas de la trilla e incluso construyó una maquina con la que tejer paños

Su vida transcurría cuidando ganado y en permanente contacto con la naturaleza, allí debió concebir la idea de volar observando el majestuoso vuelo de las águilas y buitres además de otras rapaces, abundantes en esa zona, que alzaban su vuelo por encima del castillo del pueblo lo que debió llevarle a la determinación de volar como ellas interesándose como volarían y como podían mantenerse y maniobrar tan majestuosamente en el aire. Realizó cálculos  sobre el peso de las plumas, su volumen, tamaño y dimensiones así como el peso de sus cuerpos lo que le llevo a idear una trampa para cazarlas para luego extraer y guardar sus plumas con las que cubrir lo que le estaba rondando por la cabeza. Al parecer combinando cálculos del peso de su cuerpo con el de las águilas y el de las plumas que iba a necesitar para construir un mecanismo capaz de emular de las mismas. Se trataría de un artefacto mecánico capaz de mover las alas y la cola a semejanza de cómo lo hacían las águilas y los buitres que tanto había observado  que le permitirían planear por el cielo.

Estudió detenidamente el movimiento de las alas y cola de las aves y las proporciones del cuerpo en relación con su envergadura así que con la ayuda del herrero del pueblo preparó el armazón y unas articulaciones de hierro forjado para las alas que accionadas con unas manivelas facilitaban el vuelo  mientras que con una especie de estribos para los pies, proporcionaban control sobre la cola facilitando así, la dirección del vuelo y que después de seis años de intenso trabajo resultó una especie de inmenso pájaro que el aventurero dejo listo y con el que debía realizar su sueño de volar.

La noche del 15 de mayo de 1793, durante la noche para evitar miradas indiscretas y contar con la tenue luz de la luna llena, junto a su amigo Joaquín Barbero y la hermana de este subieron el gran avión de plumas en las peñas más altas junto al castillo indicando a sus acompañantes “Voy a Burgo de Osma, de allí a Soria y volveré dentro de unos días”  para acto seguido lanzarse al vacio e iniciar el vuelo alcanzando de cinco a seis varas de altura sobre el punto de despegue y poniendo rumbo a Burgo de Osma. Al contrario de lo que se pudiera pensar, ¡¡Diego estaba volando!! Planeó hasta una distancia de unas 431 varas castellanas (360 metros) del punto de partida tocando suelo en las proximidades del arroyo de Fuente Gadea. La toma en “emergencia” fue motivada por la rotura de uno de los  pernos que movían las alas con el consiguiente enfado del aviador.

Tras este primer intento Diego, Joaquín, la hermana de este y el herrero decidieron perfeccionar el mecanismo para que funcionara a la perfección reforzando algunos puntos del artefacto pero la cosa no pasó de ahí ya que una vez enterada su familia, los vecinos del pueblo  y el cura de tan osada y brujeril aventura decidieron quemar tan demoniaca invención dando así al traste con las ilusiones de Diego.

Dolido por verse privado de las alas que daban rienda suelta a sus habilidades y deseo, cayó en una profunda depresión por lo que triste y abatido, falleció en su pueblo natal a los seis años de haber volado, el 11 de octubre de 1799 a los 44 año de edad.

Diego no dejó ninguna documentación sobre su proyecto y fue enterrado en la iglesia de del pueblo dejando sus bienes para las misas y otros actos de la parroquia.

Esta es la historia de un increíble personaje que no teniendo las facilidades y posibilidades de educación como pudieran ser las de Leonardo da Vinci, contribuyó a hacer más fácil la vida de las gentes de Coruña del Conde y quizás si el invento de su máquina voladora hubiese traspasado nuestras fronteras, muchos pioneros no habría fallecido intentando emular a Ícaro y quizás  el vuelo ya habría existido hace dos siglos.

A mi entender, Diego Marín de Aguilera fue un precursor de la aviación, injustamente olvidado por el mundo pero no por el Ejército del Aire Español  que además de diferentes homenajes dedico un monumento junto al lugar desde donde Diego despegó en forma de un E-15 (T-33) avión, a su vez, también pionero de la aviación a reacción en España.

Televisión Española en su programa “Al filo de lo imposible” aprovechando el bicentenario del vuelo de Diego dedicaron un episodio al evento  ayudados por la E.T.S. de Ingenieros Aeronáuticos  intentado construir un aparato lo mas semejante posible al utilizado por Diego Marín  Aguilera y que desgraciadamente no llego  a volar.

El cine también se hizo eco de la gesta filmando la película La Fabulosa Historia de Diego Marín de Fidel Cordero y protagonizada por Martxelo Rubio, Alicia Borrachero y Txema Blasco habiendo participado en diferentes festivales españoles y latinoamericanos.

Una respuesta a “Diego Marín Aguilera

  1. Tomás sabes coincidimos en llevar más allá la simple afición de «retratar» artefactos voladores, sacando a la luz historias como las de Diego Marín relacionadas con la aviación o con el desarrollo humano en cualquier faceta, especialmente todo lo que corre, flota o vuelta.
    Desde el valor que sabes le doy a lo que haces, simplemente, gracias.

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